domingo, 19 de junio de 2011

PHILIP, JACKSON

LA VIDA EN LAS AULAS 
      ·         LOS AFANES COTIDIANOS.
·         LOS SENTIMIENTOS DE LOS ALUMNOS HACIA LA ESCUELA
·         OPINIONES DE LOS PROFESORES
·         LA NECESIDAD DE NUEVAS PERSPECTIVAS

INTRODUCCIÓN
En la enseñanza, como en tantas otras cosas no importa cual sea tu filosofía importa más que se tenga alguna. Y más todavía que se trate de actuar conforme a la filosofía. Los únicos principios docentes que me desagradan profundamente son aquellos con los que la gente solo esta e acuerdo en apariencia.                                 
                                                                                                   (George Polya)


Cada mañana de los días laborables entre septiembre y junio, unos 35 millones de norteamericanos se despiden con un beso de sus seres queridos, recogen la bolsa con el almuerzo y los libros y parten a pasar el día en esa serie de recintos (que suman aproximadamente un millón) conocidos como aulas de la escuela primaria. La asistencia de los niños a la escuela es, en nuestra sociedad, una experiencia tan corriente que pocos de nosotros nos detenemos apenas a considerar lo que sucede cuando están allí. Los profesores se interesan sólo por un aspecto muy limitado de la experiencia escolar de un pequeño. Como los padres, los profesores rara vez reflexionan sobre el significado de los millares de acontecimientos fugaces que se combinan para formar la rutina del aula.
El propio alumno no se muestra menos selectivo. Incluso si alguien se molestara en preguntarle por los detalles de su día escolar, probablemente sería incapaz de formular una relación completa de lo que hizo.
La rutina cotidiana, la «carrera de las ratas» y los tediosos «afanes cotidianos» pueden quedar iluminados de vez en cuando por acontecimientos que proporcionan color a una existencia por lo demás gris; pero esa monotonía de nuestra vida cotidiana tiene un poder abrasivo peculiar.
la enseñanza es como cualquier otra actividad existen maestros expertos de quienes los aprendices pueden y deberían aprender.
I
La escuela es un lugar donde se aprueban o suspenden exámenes, en donde suceden cosas divertidas, en donde se tropieza con nuevas perspectivas y se adquieren destrezas. Pero es también un lugar en donde unas personas se sientan, escuchan, aguardan, alzan la mano, entregan un papel, forman cola y afilan lápices. En la escuela hallamos amigos y enemigos; allí se desencadena la imaginación y se acaba con los equívocos. Ambos aspectos de la vida escolar, los celebrados y los inadvertidos, resultan familiares a todos nosotros pero estos últimos, aunque sólo sea por el característico desdén de que son objeto, parecen merecer más atención que la obtenida hasta la fecha por parte de los interesados en la educación.
Hemos de reconocer, en otras palabras, que los niños permanecen en la escuela largo tiempo, que el ambiente en que operan es muy uniforme y que están allí tanto si les gusta como si no, la cantidad de tiempo que los niños pasan en la escuela puede ser señalada con una precisión considerable, aunque el significado psicológico de los números en cuestión sea materia enteramente distinta, La asistencia a la iglesia permite una comparación interesante. Pero nos permite detenernos a reflexionar sobre el posible significado de unas cifras que, de otra manera, nada nos dirían.
Los profesores de primaria dedican un tiempo considerable a su decoración, en los demás capítulos relata acerca de aspectos repetitivos y rutinarios pero sobre todo obligatorios de la vida en el aula, puede dar impresión de que la escuela es un lugar desagradable.las actitudes hacia la escuela, menciona a autores como Dewey acerca de maestros expertos.
Desde el punto de vista del sentido más común, el nexo entre enseñanza y aprendizaje es tan intimo o parece serlo que la comprensión de un proceso pareciera suponer la del otro.
II
Cualquiera que haya enseñado alguna vez sabe que el aula es un lugar activo aunque no siempre parezca así al visitante casual. El espacio y los recursos materiales del aula son limitados y debe distribuirlos juiciosamente. Sólo un alumno cada vez puede utilizar las tijeras grandes, observar por el microscopio o beber de la fuente o usar el sacapuntas, en aulas donde los alumnos gozan de una considerable libertad para desplazarse durante el trabajo individual y en los períodos de estudio, el propio profesor se convierte a menudo en centro de pequeños grupos de alumnos que aguardan, Otro aspecto de la vida escolar relacionado con los fenómenos generales de distracciones e interrupciones es la repetida demanda de que el alumno ignore a los que tiene alrededor. En las clases de primaria se asigna frecuentemente a los niños unos trabajos en los que se espera que concentren sus energías individuales.
Los testimonios de los profesores con respecto a la actitud en el salón de clases de distinto grupo, la percepción por parte del docente de su propia autonomía profesional.
Existen aquí cuatro rasgos de la vida escolar que no se mencionan: demora, rechazo, interrupción y distracción social. Cada uno está determinado en parte por las condiciones de hacinamiento de la clase. Las cosas que hemos comentado son inevitables cuando veinte o treinta personas han de vivir y trabajar juntas durante cinco o seis horas diarias y dentro de un espacio limitado. Condenar por eso la existencia de estas condiciones es probablemente inútil; sin embargo, su capacidad de penetración y su frecuencia las hace demasiado importantes para que puedan ser ignoradas. Una alternativa es estudiar las formas en que profesores y alumnos abordan estos hechos de la vida, y tratar de descubrir cómo ese proceder deja su impronta en sus reacciones ante el mundo en general.
Parte de la tarea de convertirse en alumno supone aprender a vivir con esa realidad.

III
Mucho antes de llegar a la edad escolar, cada niño experimenta el dolor del fracaso y el júbilo del éxito; pero sus logros, o la ausencia de éstos, no se hacen oficiales hasta que ingresa en el aula. La diferencia más potente entre la forma en que se produce la evaluación en la escuela y en otras situaciones estriba en que los exámenes se aplican en ella con más frecuencia que en cualquier otro sitio. Pero los exámenes, aunque constituyan la forma clásica de la evaluación educativa, no lo son todo en este proceso. Las dinámicas de la evaluación en clase son difíciles de describir, principalmente por su complejidad. La evaluación procede de más de una fuente, las condiciones de su comunicación pueden variar de formas muy diversas, es posible que tengan uno o más referentes y puede que su calidad se extienda desde lo intensamente positivo a lo intensamente negativo. Además estas variaciones corresponden sólo a rasgos objetivos o impersonales de la evaluación, la fuente principal de evaluación en el aula es, sin duda, el profesor. Se le exige continuamente que formule juicios sobre el trabajo y la conducta de los alumnos y que los comunique a éstos y a otras personas. Las condiciones bajo las que se comunican las evaluaciones se suman a la complejidad de las demandas con que se enfrenta el estudiante.
Los juicios que el alumno conoce se comunican con diferentes grados de discreción. En la escuela primaria sobre todo, los alumnos son a menudo elogiados o censurados en presencia de sus compañeros. A veces se muestran unos trabajos perfectos o unos «buenos» dibujos para que todos los vean.
La escritura es un medio aún más privado que la expresión oral de comunicar las evaluaciones, la distinción entre evaluaciones en clase referidas al logro académico, las de adaptación institucional y las relativas a cualidades personales no debería hacer olvidar que, en muchas situaciones, se producen al mismo tiempo los tres tipos de estimación.  La mayoría de los docentes se muestran
También sensibles al hecho de que acumular elogios en un alumno puede suscitar evaluaciones negativas («el enchufado», «el empollón») por parte de la clase.

IV
El hecho de la desigualdad de poder es una tercera característica de la vida en el aula a la que deben acostumbrarse los estudiantes. La diferencia de autoridad entre el profesor y sus alumnos se corresponde muy claramente con los aspectos evaluativos de la vida en el aula.
Dos de las diferencias principales entre la relación de los padres con su hijo y la del profesor con su alumno se refieren a la intimidad y duración
Del contacto. Los lazos emocionales entre padres e hijos son generalmente más fuertes y duraderos. En contraste, la autoridad del profesor es tan prescriptiva como restrictiva. Los docentes se preocupan por fijar tareas a los alumnos y no se limitan simplemente a poner freno a una conducta indeseable. La esencia de la autoridad del profesor radica en su dominio de la atención de los alumnos. Entre las variaciones menos radicales figura el «saber hacerse útil» y «crear una buena impresión». Dentro de la sociedad de adultos, semejante estrategia conduce a la práctica de invitar al jefe a cenar en casa. El equivalente escolar de la cena para el jefe es la tradicional manzana para el profesor.
V
Como indica el título de este capítulo, la multitud, el elogio y el poder que se combinan para dar un sabor específico a la vida en el aula forman colectivamente un currículum oculto que cada alumno (y cada profesor) debe dominar para desenvolverse satisfactoriamente en la escuela. Las demandas creadas por estos rasgos de la vida en el aula pueden contrastarse con las demandas académicas (el currículum «oficial» por así decirlo) a las que los educadores tradicionalmente han prestado mayor atención. Como cabía esperar, los dos currículos se relacionan entre sí de diversos e importantes modos.
Las exigencias del currículum oculto acechan en el fondo incluso cuando consideramos dificultades más profundas que suponen claramente un fracaso académico. La destreza del niño para entender las relaciones causales, por ejemplo, parece ser de gran importancia a la hora de comprender tanto las reglas y normas de la vida en el aula como los fundamentos químicos de una planta. Su facilidad de expresión puede ser de tanta aplicación para halagar a un profesor como para redactar un relato corto. Así, en el grado en que las demandas de la vida en el aula requieren un pensamiento racional, el estudiante con una capacidad intelectual superior se hallaría en una situación ventajosa.
Pero se precisa algo más que capacidad para adaptarse a una situación compleja. Mucho depende también de las actitudes, valores y estilo de vida, de todas aquellas cualidades normalmente agrupadas bajo el término personalidad.
No solo existe un vocabulario técnico de la docencia sino que además se hace escaso uso del argot utilizado en el campo. 

Referencias:
la vida en las aulas
Philip. W. Jackson.

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